MUJERES Y MADRES EN PLENA PANDEMIA
El año pasado conocíamos los datos del Estudio Davos que afirmaba
que la dichosa pandemia retrasa la igualdad de género otra generación,
calculando que el tiempo para alcanzar la paridad ha pasado de 99,5 a 135,6
años en los últimos meses. Eso era el año pasado, así que seguro que en 2022
damos algún pasito más para atrás. Tal cual están las cosas.
Virginia se echaría las
manos a la cabeza de ver cómo la maternidad nos aleja aún más de esa igualdad
soñada, de esa independencia económica y personal de la que ella hablaba en el
conocidísimo ensayo que le dio reconocimiento "Una habitación
propia". Porque la realidad es que la maternidad nos penaliza, nos
empuja a renunciar y por tanto nos empobrece. Ser madre se convierte en el
mayor castigo social que hemos permitido las mujeres con el engaño de la
libertad aparente al entrar en el mercado laboral, supuestamente, en
"igualdad de condiciones.
El silencio cómplice de las madres que estamos permitiendo y
ocultando cada día lo que pasa de puertas para dentro, como si nos avergonzara.
Ninguna madre quiere verse señalada por no ser capaz de llegar a ser la
profesional por la que ha luchado tanto tiempo y mucho menos por no ser capaz
de ser una madre amantísima, que ama todos los días y a todas horas.
El mensaje de Virginia es tan sumamente poderoso que
merece este pequeño homenaje en forma de carta. Porque seguimos viéndonos
demasiado reflejadas en sus textos y frases célebres. Para que hoy en día una
mujer trabaje necesita de la sociedad. Para que una mujer madre no tenga que
renunciar necesita a su tribu, necesita una vivienda digna y un trabajo digno.
Los derechos sociales son fundamentales para poder
empezar a hablar de conciliación e igualdad. Algo tan simple que aún no hemos
conquistado. Y si crees que sí, sal fuera, habla con las mujeres que te encuentras
por la calle, escucha sus historias y participa de sus preocupaciones. No se
trata sólo de cobrar a final de mes, se trata de que ese trabajo te permita
cuidar, de no ser esclavas de horarios imposibles y objetivos inalcanzables, de
que la sociedad se comprometa con tu situación familiar y personal. Porque tu
supervivencia no depende solo de ti. Por eso para avanzar en materia de
conciliación e igualdad, necesitamos redefinir esos derechos sociales básicos.
Si una mujer madre ha tenido que renunciar a su trayectoria profesional por el
cuidado de sus hijos o hijas está abandonada socialmente y es un fracaso del
sistema. Con suerte tendrá una pareja que "la mantiene",que es la
fuente de ingresos de la familia y que así puede ejercer poder sobre ella. Esa
mujer no tendrá libertad de divorciarse si lo desea, de ser dueña de su vida y
de avanzar. El cuidado la empuja a renunciar a su trabajo reproductivo. Porque no
olvidemos que ese trabajo que hace por la sociedad no se paga, es
"amor". El cuidado la empuja a la invisibilidad en una sociedad
cómplice, que mira a otro lado.
Laura Baena (Club de malasmadres)
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